3 Cuentos Infantiles para Dormir
Ya sea para fomentar la lectura o para desarrollar la imaginación de tus hijos, es bueno que lean un cuento antes de dormir. También les puedes leer cuentos para que se duerman más rápido, por estas razones te traemos 3 cuentos infantiles para dormir.
El bosque encantado de las luces mágicas
Había una vez un bosque encantado lleno de luces mágicas que brillaban en la oscuridad. Cada noche, cuando el sol se ocultaba y la luna se alzaba en el cielo, las luces mágicas se encendían y pintaban el bosque con colores brillantes y resplandecientes.
En este bosque vivía una pequeña niña llamada Luna, que tenía el cabello negro como la noche y ojos brillantes como las estrellas. Luna amaba pasear por el bosque mágico y maravillarse con las luces que se movían entre los árboles y bailaban en el aire.
Una noche, mientras caminaba entre las luces, Luna encontró a un pequeño duende llamado Chispín. Chispín era travieso y juguetón, y siempre llevaba una linterna mágica que brillaba con luz propia.
Luna y Chispín se convirtieron en grandes amigos y juntos exploraron cada rincón del bosque. Descubrieron fuentes de agua cristalina, prados llenos de flores brillantes y escondites secretos donde vivían seres mágicos.
Una noche, mientras Luna y Chispín jugaban, una sombra oscura apareció en el cielo. Las luces mágicas comenzaron a parpadear y el bosque quedó en penumbras. Luna y Chispín se miraron preocupados, sin saber qué estaba pasando.
Entonces, una voz suave y melodiosa resonó en el bosque: «No teman, queridos amigos, soy Aurora, el hada de las luces. Alguien ha robado mi varita mágica, y sin ella, las luces del bosque se apagan«.
Luna y Chispín decidieron ayudar a Aurora a encontrar su varita mágica. Juntos, siguieron las pistas y superaron obstáculos hasta llegar al escondite del ladrón. Era un dragón oscuro y gruñón que había robado la varita para hacerse más poderoso.
Con astucia y valentía, Luna y Chispín lograron recuperar la varita mágica y devolvérsela a Aurora. Al hacerlo, las luces del bosque volvieron a brillar con intensidad, iluminando cada rincón y llenando el corazón de todos con alegría.
Agradecida, Aurora les otorgó un regalo especial: a Luna le dio un collar brillante que siempre la protegería, y a Chispín le concedió el don de hacer reír a todos con sus travesuras.
Desde entonces, cada noche, Luna y Chispín recorrían el bosque juntos, iluminando su camino con la varita de Aurora y disfrutando de las luces mágicas que llenaban el bosque de magia y alegría. Y así, Luna y Chispín vivieron felices y llenos de aventuras en el bosque encantado de las luces mágicas.
El viaje del globo aerostático
En un pequeño pueblo, vivía un niño llamado Mateo que soñaba con volar. Cada noche, miraba las estrellas y se preguntaba qué se sentiría estar en el cielo como ellas. Un día, su abuelo le contó una emocionante historia sobre un globo aerostático que podía volar alto y lejos.
A partir de ese momento, Mateo decidió construir su propio globo aerostático. Reunió materiales como papel, tela y cuerda, y trabajó con entusiasmo durante semanas. Finalmente, su globo estuvo listo para volar.
Una tarde, cuando el viento soplaba suavemente, Mateo subió al globo y dejó que la cuerda se deslizara entre sus manos. El globo comenzó a elevarse lentamente, y Mateo sintió la emoción de estar en el aire. Vio su pueblo desde lo alto y descubrió nuevas vistas y paisajes.
Sin embargo, el viento cambió bruscamente y el globo comenzó a elevarse más y más. Mateo se asustó y no sabía cómo controlarlo. Estaba a punto de llorar cuando escuchó una voz suave: era un águila majestuosa que volaba junto a él.
El águila le dijo: «No temas, pequeño amigo. Te ayudaré a descender suavemente«. Con su pico, cortó la cuerda que sostenía el globo y lo llevó en su espalda. Juntos, volaron por los cielos y disfrutaron de la maravillosa sensación de volar.
Finalmente, el águila dejó descender el globo cerca de su casa, y Mateo aterrizó con una gran sonrisa en el rostro. Agradecido con su nuevo amigo, le dijo: «Gracias, águila, por ayudarme a cumplir mi sueño«.
El águila le respondió: «No tienes que agradecer, Mateo. Todos tenemos alas para volar y cumplir nuestros sueños. Solo necesitamos creer en nosotros mismos y tener el valor para intentarlo«.
Desde ese día, Mateo siguió construyendo globos aerostáticos y compartió su amor por volar con otros niños del pueblo. Con su nueva amistad con el águila, aprendió que los sueños pueden hacerse realidad cuando se creen con el corazón.
El pequeño navegante de papel
En un día soleado, Sofía decidió hacer un pequeño barco de papel y soltarlo en el río que pasaba cerca de su casa. Dibujó con esmero velas y ventanas en su barco, y le puso el nombre de «El Pequeño Navegante«.
Al soltarlo en el agua, el barquito comenzó a navegar río abajo. Sofía lo seguía con la mirada y se imaginaba todas las aventuras que viviría su pequeño barco.
El Pequeño Navegante navegó por aguas tranquilas y rápidos, conoció a peces y patos, y se deslizó bajo puentes y entre cañaverales. Por la noche, la luna lo iluminaba, y las estrellas lo guiaban en su travesía.
Pasaron días y semanas, y el barquito llegó a un gran lago. Allí, se encontró con una familia de patitos que lo recibió con alegría. Se hicieron amigos y el barquito compartió sus historias de aventuras.
Un día, el barquito decidió regresar a su hogar en el río. Le dijo adiós a sus nuevos amigos y navegó río arriba con valentía y determinación.
Al llegar a casa, Sofía lo encontró en la orilla y lo recogió con una sonrisa. Le contó a su familia todas las aventuras que había vivido el Pequeño Navegante, y todos lo felicitaron por su valentía.
Desde entonces, Sofía y el Pequeño Navegante soltaban barquitos de papel en el río, y cada uno llevaba un mensaje especial para quien lo encontrara.
El Pequeño Navegante demostró que, aunque fuera pequeño y de papel, podía vivir grandes aventuras y llenar de alegría a quienes lo encontraran. Así, Sofía y el Pequeño Navegante se convirtieron en los mejores amigos, y juntos siguieron explorando el mundo a través de los ríos y los mares.
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